
No se molesten en buscarla entre Los 40.
No se molesten en buscarla en las páginas del corazón, contando sus miserias y viviendo de la sopa boba.
No se molesten en buscarla en el estrellato musical.
Ella es más que eso; porque tiene clase. Porque sabe que todo eso que el star system ofrece no es vivir, ni es nada. Y aquí, de lo que se trata es de vivir. Se trata de lo que se vive. Porque ese es el ingrediente mágico. Aquí lo que se vive es lo que se canta y para alcanzar ciertas cotas de emoción no basta con una técnica depurada. ¿O por qué creían Uds. que la llaman ‘la música del alma’, si no?
Eso es el Soul. Es comunión entre la canción y el universo humano que mora a su alrededor. Es vivencia. Es sentimiento, y emoción, e intensidad. Es la piel de gallina que un susurro bien parido provoca. Es la exultación de un grito lacerante y liberador. Es eso. Soul. Del de verdad.
Por eso, insistimos, no la busquen ahí: entre miles de otros productos prefabricados para el éxito de masas. No, amigos. No intenten dar con Sharon Jones por ahí. Y con su banda, los Dap Kings, tampoco.
Porque traen Soul de verdad.
Y no es que nos movamos con esas anteojeras según las cuales ‘lo que suena a antiguo mola, y lo que suena a nuevo, no’. Pero no nos hagan comparar la cálida soulfulness de Sharon Jones con la fría y aséptica técnica de –por citar un ejemplo- Beyoncé. No nos obliguen a ello, por favor. La goleada a favor de la Jones es demasiado demoledora.
Así que dejen de lado etiquetas como neo-soul o retro-soul que se usan para definir a artistas como ella como bichos bizarros anclados en un pasado que intentan calcar. Porque más allá de instrumentos y técnicas de grabación, Sharon Jones es, junto a un puñado de artistas más, mucho más heredera del Soul que buena parte de ese r&b (nótese el uso nada arbitrario de las minúsculas) que constela las listas de éxitos y al que echamos en cara la falta de ritmo y, sobre todo de blues.
Oh sí. Porque Sharon Jones tiene el blues. Tiene la tristeza y la felicidad. Tiene el carácter y el arrojo. Tiene las lágrimas y las sonrisas. Tiene el ritmo y los tempos, también. Tiene la categoría y la clase. No le hace falta el magro pedigrí del que hacen gala las máquinas para el éxito; esas que escalan los charts a golpe de infame videoclip de la MTV y cameos con raperos de cartón piedra.
Sharon Jones no sólo se lo ha currado, sino que lo ha hecho por el camino menos fácil. De ahí el título de su recién deshornado cuarto álbum con sus inseparables Dap Kings: I learned the Hard Way. Que puede querer decir, esto no ha sido nada fácil, amigas: pero ahora he aprendido. Ahora tengo esa bestia dentro de mí bajo control, domesticada. Ahora puedo cantárosla, transmitírosla; haceros bailar con ella.
Ahora sé.
Y ahora demuestra cómo, aunque pareciera imposible, su voz, su música es aún mejor. Aún más madura y, a la vez, universal. Porque el Soulman es casi inverso a la estrella del Rock: cuanto más madura, menos anquilosada se vuelve su manera de transmitir los sentimientos que desea transmitir.
Sin duda, estamos ante uno de los álbumes del año. ¿Y saben por qué? Porque Sharon Jones es quien es, y ha aprendido a ganar sus batallas (todas y cada una de ellas) de la manera más dura.
Y ha aprendido la lección; las lecciones.
Y ahora, simplemente, sabe.
[Pueden adquirir su copia del disco en la página de Daptone Records, y otear más info sobre la artista y su banda en su página web. Ambas, como siempre, enquistadas en nuestra sección de enlaces]